La tercera edad, comienza a partir de los 60 años, desde la jubilación hasta la muerte de la persona, la cual atraviesa un proceso de cambios determinados por factores fisiológicos, anatómicos, psicológicos y sociales. Es una etapa avanzada de evolución y desarrollo personal, que merece ser tratada con mayor atención y cuidado, pero para algunos se convierte en una etapa de marginación y abandono. No es justo que después de una vida dedicada al trabajo, a la formación y sostenimiento de una familia en vez de recibir afecto y consideración familiar y social, solo se les considere como individuos improductivos e inútiles
Esta población presenta problemas de salud, debido a la disminución de sus facultades generales físicas e intelectuales, en un proceso de cambios progresivos en las células, en los tejidos, en los órganos y en el organismo total que empieza con la concepción y termina con la muerte, afecta la condición física, la velocidad de la marcha (al andar), la resistencia, el equilibrio y la flexibilidad.
En la ciudad de Ibarra se empieza a dar atención a los adultos mayores desde 1926, dentro del hospital San Vicente de Paul, en 1940 asume esta actividad la Jefatura de Salud, bajo la modalidad de Asilo de Ancianos León Rúales, el cual se encuentra brindando servicio de gerontología a 44 adultos mayores, pero el servicio prestado es insuficiente, debido en primer lugar a que no cuentan con la infraestructura adecuada para los servicios especializados como, consultorios gerontológicos, sicología, fisioterapia, rehabilitación y recreación; en segundo lugar el servicio de los especialistas, lo reciben una vez por semana, por lo que pasan la mayor parte del tiempo sin hacer nada, sentados en un corredor y un patio.
La atención gerontológica y asistencia social que se ofrece en el cantón de Ibarra, se encuentra dirigida a un grupo minoritario de la tercera edad, con infraestructura inadecuada, por lo que los adultos mayores se encuentran en estado de vulnerabilidad provocado justamente por el tipo de servicio recibido, unido al abandono familiar y social en la falta de planificación para ofertar una atención integral
Uno de los cambios de índole social que ocurren en la vejez es la jubilación. Al hombre jubilado le es más difícil reencontrarse en el hogar, y en muchas ocasiones aparecen vivencias de soledad y de pérdida de lugar.
La mujer jubilada continúa su rol doméstico que antes compartía con el laboral social y vivencia como un cambio transicional más natural, la pérdida de su status social y su estancia a tiempo completo en el hogar. La jubilación constituye entonces un evento vital a considerar por la familia.